Ese día me había ido a laburar
caminando. Vivía a unas veinte cuadras de la fábrica y quería bajar un poco de
peso, bueno, la verdad es que tenía que bajar cuarenta kilos en esa época. En
cuanto llego, el jefe me dice: Lucho, tenés que ir a la otra sucursal, Norberto
se enfermó y te necesito ahí. Agarrá mi auto y llevate a quien quieras. Así que
le digo al Petiso Lococo que se venga conmigo. La cosa es que para ir a la otra
sucursal, medio que tenía que pasar cerca de casa. El Petiso manejaba mientras
me contaba no sé qué cosa sobre su filosofía con Racing. También, con un equipo
así qué querés. No somos más que polvo de estrellas, Lucho, o algo así me dice.
Eso me repito cada vez que Racing pierde. Este Petiso. Me sigue diciendo cosas
por el estilo, que el futbol esto, que el sentimiento aquello, que la camiseta
lo otro, y de golpe se queda mudo. En medio de una frase. Como si yo agarrara y
te dijera, no sé, no se me ocurre nada, pero la idea es esa, ¿no? Miraba fijo
para el frente, aferrado al volante que le quedaba cerca de la pera, a pesar de
que el Petiso se sentaba en un almohadón alto para manejar. Estaba pálido como
culo de monja.
¿Qué te pasa, Petiso?
Nada – me suelta bajito.
Pero si estabas hablando.
¿Eh? No, no era nada importante. ¿Y si mejor
agarro por Soria?
¿A vos qué bicho te picó, boludo? ¿Querés que nos
morfemos todo el tráfico? Seguí derecho.
Primero chista y luego lo veo que mira
de costado, tratando de disimular, viste, medio de coté, así, por la
ventanilla, y con cara de circunstancia.
¿Qué te pasa, Lococo?
Disculpame lo que te tengo que decir, Lucho, si
vos sabés lo que yo te aprecio, pero che, ¿esa no es tu mujer? – me dice todo
de un tirón.
¡¿Dónde?!
Y me hace así con la cabeza, la ladea,
señalándome el auto de al lado, un Torino azul. ¡Un Torino azul!
¡Claro que es! ¡La muy puta!
No, pará… - intenta calmarme le petiso.
Pero yo cómo me iba a calmar. Pará las pelotas, le
grito.
Debe ser un compañero de laburo…
Laburo un cuerno,
Petiso… No, si soy un pelotudo. Puta. La muy puta. Seguila.
¿Eh?
¿Te quedaste sordo de golpe, Petiso, la puta
madre?
Pero tenemos que reemplazar a Norber – dice con
una voz como si le estuvieran apretando los huevos.
Lo hubiera fajado ahí nomás, pero
hubiera sido una injusticia. Él fue petiso toda su vida, un metro sesenta en
punta de pie mide, y yo con este cuerpo de ropero, imaginate el desparramo que
hago si lo emboco. Manoteo el celular y lo llamo al jefe. Un tipo con códigos,
el Tano. Le digo sin rodeos: Tano, necesito a Lococo y a tu auto. Tenemos que
seguir a mi mujer. El Tano no me hace ni una pregunta, y me tira: hacé lo que
tengas que hacer, Lucho. No, si era un señor, el Tano, que Dios lo tenga en la
gloria. La cosa que corto y le digo al Petiso: Listo, seguila.
El tráfico era un inferno, y yo creo
que el Petiso no quería meterse en líos. Me acuerdo que exploté feo, y mirá que
yo soy un tipo tranquilo, pero cuando me reviro, cuando me reviro… Es que
agarra y me tira: Pensá en lo que te dije recién.
¿Qué cosa?
Lo de Racing, Lucho. Que no somos nada, me
entendés – y me pone cara de compasión.
¡Pero no me vengás con ese equipo de mierda y
apurá que si nos agarra el semáforo y la perdemos, te juro que te mato, la puta
madre que te re mil parió!
Me mira, viste, como ofendido, apretando
los puñitos sobre el volante. Y chista.
Perdoná, Lococo… ¿Es que cómo no lo vi venir? Pero
Laurita sí, eh. Ahora caigo. Flor de boludo soy. No, si los chicos son una
cosa. Un día así de la nada, yo estaba viendo a Boca, se me acerca y me suelta:
papá, por qué no te fijás en qué anda mamá. Y yo la saqué carpiendo, qué iba a
hacer. Qué le iba a creer a la mocosa esa, con doce años dándome consejos a mí.
Bueno, la cosa que el petiso se me hice
el mudo por un buen rato. Es que cuando se encula, el Petiso no tiene nombre. Por
fin, después de que diéramos no sé cuántas vueltas, de golpe, el Torino empieza
a perder velocidad y se prepara para estacionar. Le pido al Petiso que
estacione cerca, si total mi jermu no conocía el auto en el que yo iba. Además,
me duele reconocerlo, pero no tenía ojos más que para el tipo ese. Y muy tomaditos
de la mano se meten en el telo, que haciendo la cuenta, quedaba a quince,
veinte minutos de casa. La muy puta cogiendo a quince minutos de casa. ¿Por qué
no se fue a… a… no sé, a Mataderos a coger?
¿Qué vas a hacer? - me mira el Petiso, muerto de
miedo.
La vamos a esperar. Eso vamos a hacer. – le digo
decidido. Parecíamos de película los dos ahí sentados.
¿Yo también?
Petiso, ponete los dos huevos - le mando y se encoge
de hombros. Siempre fue cobarde el petiso ese. Y bueno, nos quedamos ahí dentro
del auto, esperando. No hacía ni mucho calor ni mucho frío, viste esos días
templados, un día perfecto, si no hubiera sido por la muy puta.
¿Puedo prender la radio, Lucho? – de golpe me pide
el Petiso.
No preguntés boludeces.
Es que engranás por todo.
¡Vos me hacés engranar!
Claro, el tipo ese se la está garchando a tu jermu
¿y yo te hago engranar?
Salgo del auto para no partirlo en dos.
Me apoyo contra la puerta, sin sabía qué hacer. Quería entrar al telo y
agarrarla de los pelos, sacudirla hasta que me rogara perdón, perdón por los
veinte años juntos tirados a la basura. Cuatro de novios y dieciséis de
casados, al inodoro. De golpe, escucho a Sandro cantando. El Petiso había
prendido la radio nomás. Entro y la apago.
¿No vés? – se hace el ofendido.
Sandro no, Petiso, hoy no. Y menos Trigal.
Nos habremos quedado en silencio unos
diez minutos. Él mirando para adelante y yo sin sacar los ojos de la puerta del
telo.
¿No tenés sed, Lucho?
Y sí, la verdad es que me moría de
sed. Le di diez pesos y se fue a comprar una cocacola. En eso, lo veo aparecer con
una botella de cerveza y dos vasos de plástico con dibujitos, de esos de
cumpleaños.
Me pareció mejor, Lucho.
Hiciste bien, Lococo – a veces tiene sus momentos
el petiso ese.
Qué cagada, Lucho… ¿Qué vas a hacer cuando salga?
Le di un trago a la cerveza. Uno bien largo. Estaba fría. Me encogí de hombros. Te juro que en ese momento no lo sabía.
Le di un trago a la cerveza. Uno bien largo. Estaba fría. Me encogí de hombros. Te juro que en ese momento no lo sabía.
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